lunes, 9 de mayo de 2011

Verdades y mentiras sobre los zuecos

Hola a todos:
He cometido el mismo error que la primavera pasada, que razón tenía Julio Iglesias al cantar "y tropecé de nuevo con la misma piedra"; en mi caso ¡con los zuecos!
Al igual que la temporada pasada, y la pasada, y la pasada,...(realmente se llevan siempre), los zuecos son uno de los complementos estrella.
Ya por el mes de febrero, yo me había enamorado de unos de Miú Miú de flores y con un tacón vertiginoso, aunque el desenamoramiento me sobrevino con gran rapidez, al ver su precio, rondaba los 380€. "No puedo gastarme tanto dinero en unos zuecos, estamos en crisis, seguro que encontraré otros más baratos, muuuucho más baratos, y que me gusten".
Y así fue, los encontré en un cartel de H&M, unos zuecos en marrón chocolate, con flecos y unos tacones vetiginosos. ¡Los quiero!.
Aún no habían llegado a las tiendas, así que todas las semanas me pasaba por la tienda, y por fín, tras una larga espera, unos dos meses aproximadamente, los tenía entre mis manos. Y su precio, su maravilloso precio, me enamoró, 39,90€.



No pude esperar y al día siguiente los estrené. Había quedado con una amiga a unos 800 metros de mi casa, y os prometo que fueron los 800 metros más largos de mi vida; no sé como serían los instrumentos de tortura de la Inquisición, pero os aseguro que estos zuecos podrían formar parte de ellos. A los apenas 100 metros de mi casa los zuecos comenzaron a hacerme daño, podía sentir cómo se iban formando pequeñas ampollas en mis dedos meñiques, pero me dije "resiste que son monísimos y te estilizan"; a los 200 metros mis pies comenzaron a sudar y con cada paso que daba el zueco se me iba, así que opté por aplicar el "método garra": encoge los dedos y trata de sujetar el zueco; a los 300 metros las rodillas dijeron ¡basta de torturas! aún así fuí ¿valiente? y caminé un poquito más.
A los 400 metros estaba parada en mitad del Paseo de la Habana cambiéndome el calzado, porque si algo he aprendido a lo largo de estos años es que cuando lleves zapatos de tacón y preveas que vas a caminar mucho, en tu bolso no deben de faltar unas manoletinas, francesitas o como queráis llamarlas, qué alivio, qué maravilloso alivio al calzarme mis francesitas,¡os quiero!.
Los siguientes 400 metros los recorrí en cinco minutos, ligera, agil cual gacela, sintiéndome libre, aunque los pies me dolian aún.
Me había retrasado unos 10 minutos, le contaría a mi amiga lo que me había ocurrido... pero ella aún no había llegado; a los pocos minutos sonó mi movil.
-"Me voy a retrasar, ya te contaré"; Y me contó, me contó, ¡los zapatos le habían hecho daño y apenas podía caminar!. Entramos en la primera zapatería que encontramos y ella se compró unos zapatos, y unas bailarinas, estas últimas por recomendación mía.
Resumiendo, mis rodillas se resintieron durante una semana; mis pies estaban decorados con tiritas, no había dedo en el que no tuviera una ampolla, pero quería unos zuecos y este fue el precio que tuve que pagar.
Pero os había dicho que había vuelto a tropezar con la misma piedra, y sólo el hombre tropieza dos, tres, cuatro... veces con la misma piedra.
El año pasado había comprado otros zuecos de la marca Unisa, preciosos, de piel muy suave, en color camel, y me pasó lo mismo, sobre todo me dolían las rodillas, la suela de madera es muy dura y al pisar las rodillas se resienten muchísimo, estuve casi 15 días sin poder poner unos zapatos de tacón.
Así que mi consejo es que antes de comprar unos zuecos, aseguraros de que podéis caminar bien, que no pesen, los hay que pesan una tonelada, que vuestras rodillas no sufran la dureza de la madera, procurad que no tengan mucho tacón, que estén forrados por dentro, porque sino como os sude un poco el pie, el zueco puede convertirse en un arma arrojadiza, fijaos también en óomo os sienta en el pie, no son muy favorecedores y puede haceros el tobillo muy ancho, yo sólo los llevaría con un vestido largo, con pantalones, o con un mono (que no se vean las piernas), y sobre todo
mi consejo es que no seáis esclavas de la moda, a veces, sólo a veces, esa esclavitud pasa factura.

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